Michin era un gato flojo y dormilón que vivia la mayor parte del tiempo metido en un zapato. Michín habia encontrado en esa vieja bota amarilla y desteñida un refugio donde pasar su ocio.
-Michín vamos a jugar. Decian los gatos del barrio, pero el perezoso hacía oídos sordos a las pretenciones de sus amigos.
-Desde que Michín encontró ese viejo zapato lo perdimos, no quiere salir de ahí. Comentaban los jóvenes gatos extrañados y un poco preocupados por Michín.
Michín había nacido en la calle y nunca había tenido una casa y ahora que la tenía no pensaba perderla por nada del mundo, por eso la cuidaba como su mayor tesoro.